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18 agosto 2015

El Ministro de Interior tendrá que recibir a los trabajadores de Tussam

El Ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, tendrá que hacer un hueco en su agenda a la vuelta de vacaciones para recibir a los trabajadores de Tussam. En el marco de esa novedosa línea política de cercanía a la ciudadanía que se inauguró con el vis a vis con Rodrigo Rato, el ministro no tendrá más remedio que atender y proteger a la plantilla de la empresa municipal de transportes sevillana, porque la amenaza que se cierne sobre ellos no es nada baladí: el retorno del ínclito Carlos Arizaga a las instalaciones de la carretera de Málaga.

Ayer tuvo lugar en la sede de Tussam la primera reunión de trabajo entre la nueva dirección de la empresa nombrada por Juan Espadas y los sindicatos. Durante la misma se trataron diversos aspectos de la que será la nueva dinámica de trabajo en el seno de la compañía. Sin embargo, se produjo un anuncio por parte de la dirección que amenaza con dinamitar la paz social de la que ha hecho gala la compañía durante los últimos cuatro años. El anterior gerente, Carlos Arizaga, ha solicitado su reingreso, tras la finalización de su excedencia forzosa. La nueva dirección, con Francisco Arteaga al frente, ha manifestado que “están estudiando la situación generada y el contenido del contrato para saber qué decisión adoptar” al respecto.

Algunas centrales sindicales ya han manifestado públicamente su malestar por esta circunstancia. Comisiones Obreras ha publicado en su web y difundido entre los trabajadores un comunicado en el que afirman que han trasladado “su sorpresa y su malestar” ante la posible incorporación del que “fue gerente de la empresa de aciago recuerdo para todos”. Afirman que, de producirse, “sería muy mal comienzo para los responsables políticos de la empresa”. Un juicio que afirman comparten todas las centrales sindicales presentes en el encuentro.

Por su parte, la Agrupación Sindical de Conductores (ASC) ha tirado de metáfora y augura que “la situación no pinta bien” en otro comunicado difundido a través de su página web. En un pantagruélico giro del lenguaje y sin nombrar en ningún momento al directivo en cuestión, afirman que el tema es “muy espinoso” y “de calado”, debido a “la alarma que va a generar” y porque supone “unas relaciones laborales que sospechosamente comienzan con los engaños de otras épocas”, algo que les provoca “a pesar de la positividad con que encaramos la reunión, muy malas sensaciones”. 

Arizaga es bastante más peligroso que un tuit, por muy mortífero que el mensaje de 140 caracteres sea. Así que el ministro tiene faena asegurada. Sólo hay que tirar de hemeroteca para comprobarlo, pero tampoco viene mal un repaso de lo que supuso en su día la participación de este lince de la gestión empresarial en la larga historia de la emblemática empresa municipal.

Si algo ha caracterizado la gestión del anterior gerente, Manuel Torreglosa, ha sido la instauración de una relaciones laborales en el seno de la empresa que han garantizado la concordia y la paz social en cuatro años de una dureza especial para la plantilla. Torreglosa supo dotar de cercanía e implicación personal al trato con una plantilla que venía de soportar unas prácticas más propias del medioevo que del siglo XXI. Y además ha dejado tras de sí una gestión que va a ser muy difícil igualar.

Todo lo contrario que su homo antecesor, cuyo paso por la empresa ha sido calificado desde todas las instancias como nefasto. La historia comenzó el día en que Alfredo Sánchez Monteseirín decidió nombrar “un gerente de derechas” para dirigir a la compañía. El elegido fue Carlos Arizaga, un fiel discípulo de la obra cuyo único mérito era haber sido Decano del Colegio de Ingenieros y pertenecer en tiempos pretéritos a la plantilla de Tussam ostentando la categoría de Jefe de Departamento. Estaba en situación de excedencia desde entonces y todavía de desconocen las causas por las que Miguel Bermejo, uno de los gerentes de la empresa que más tiempo permaneció en el cargo con gobiernos en la ciudad de todos los colores, siempre se negó categóricamente a readmitirlo.

A partir de su nombramiento, y sobre todo tras el ascenso a la vicepresidencia de la empresa de Guillermo Gutiérrez, la otra bestia negra de la viabilidad de Tussam, Arizaga se caracterizó, además de por ser un perro fiel de quien le había puesto en el cargo, por su manera de gestionar una compañía que concebía como su particular castillo feudad. Para Arizaga la empresa fue un cortijo donde podía hacer y deshacer a su antojo, siempre con el beneplácito de sus jerifaltes políticos.

En su haber figuran momentos tan loables y dignos de figurar en las páginas doradas de la historia de esta ciudad como poseer el inigualable récord de ser el gerente que más huelgas ha sufrido al frente de la empresa. Protestas que en algún caso alcanzaron cotas de violencia de amargo recuerdo y que tuvieron como consecuencia directa el suicidio de José Luis Alonso en noviembre de 2008.

La justicia se encargó a posteriori de demostrar que la forma en que se gestionó la problemática que generó la protesta por parte del dúo dinámico antes mencionado fue nefasta. La pretensión de la empresa de declarar ilegal la protesta llevada a cabo tras el conocimiento de la muerte de José Luis fue desestimada y su desgraciado óbito se catalogó finalmente por los jueces como accidente de trabajo, debido precisamente al carácter chapucero de la política de personal implantada por los dos susodichos. En septiembre de 2003 ya había ocurrido un precedente que hacía presagiar lo que sucedería después. Nadie lo tuvo en cuenta ni tomó medidas al respecto.

Entre sus méritos figura el no menos destacable de haber incluso puesto en peligro el pacto de gobierno entre PSOE e IU, que gobernó la ciudad durante el último mandato de Monteseirín. La cosa empezó a tomar forma, además de ciertas discrepancias internas en cómo se había desarrollado el tratamiento de la huelga desde la dirección, cuando Arizaga se negó en redondo a colocar en los autobuses una campaña de publicidad del llamado bus ateo

Era febrero de 2009 y aquel incidente irritó sobremanera al socio de gobierno (IU), sobre todo porque poco tiempo antes, el ínclito Arizaga, por su cuenta y riesgo, había ordenado que los autobuses lucieran crespones negros durante tres días consecutivos con motivo del fallecimiento del Papa Juan Pablo II. Este hecho provocó que José Antonio Salido, representante de IU en el Consejo de Administración, presentara una moción de reprobación del gerente durante una ejecutiva celebrada en julio de aquel año.

La política de tierra quemada que el dúo dinámico impuso en Tussam en aquellos años, imputaciones varias de ambos incluidas, comenzó a tener eco en los medios de comunicación en la primavera de 2010. Los datos no cuadraban. Los números de la empresa eran desastrosos, a pesar de que se alardeaba de una gestión impecable, y el número de viajeros no paraba de descender en su precipitoso descalabro. Mientras tanto, la dirección implantaba a la plantilla un política de ordeno y mando que rozaba el sin sentido y a veces el más espantoso de los ridículos. La represión fue la tabla de la ley de aquellos tiempos.

Fueron los responsables directos del conflicto generado con los eventuales, a quienes intentaron vulnerar todos los derechos habidos y por haber, y cuya lucha ejemplar se prologó hasta pasadas las elecciones de 2011, cuando ya Zoido era el nuevo alcalde de la ciudad. Lo que pretendieron hacer con el más de un centenar de familias que se encontraban en esa situación fue vergonzoso, porque incluso llegaron a criminalizar la luchas pacíficas por unas demandas que además de justas, les correspondía en derecho.

Tras el cese del líder vecinal durante la huelga en la feria de 2010, Arizaga comenzó a sentir el vértigo de quien es consciente que le están moviendo el sillón. En la primavera siguiente se producirían las elecciones que auparon al Partido Popular al poder, sin embargo él intento siempre jugar con dos barajas y estuvo hasta el último momento colocando zancadillas mortales al candidato socialista, Juan Espadas, y así efectuar el último servicio a su homo protector, que le había regalado el cargo.

Cuando Zoido se aupó a la alcaldía no resolvió el problema. Tampoco explicó el por qué. Tal vez le suponía un quebradero de cabeza el desprenderse de un familiar de su flamante Delegada de Asuntos Sociales, María Dolores de Pablo Blanco. Anunció por Facebook que iba a ser cesado, aunque luego el cese no fue tal. Fue trasladado a la Agrupación de Interés Económico de Sevilla (AIE) en noviembre de 2011, en teoría para “elaborar mecanismos de control interno y de reducción de gastos de cara a un relanzamiento de esta entidad”. 

El movimiento no pudo ser mas oscurantista y trilero. Nunca se supo si seguiría cobrando como gerente —112.417 euros brutos anuales— y si Tussam seguiría cargando con el peso de su elevada nómina o no. Lo que si se supo es que se llevó una bicicleta eléctrica pagada con dinero público de la empresa que después se vio obligado a devolver a requerimiento de Torreglosa. El velocípedo fue finalmente sorteado entre los trabajadores que pujaron por él y el dinero obtenido donado a una entidad social. Eso sí, la nefasta factura de su paso por la dirección ya no la negaba nadie.

Ahora, cuatro años después, su sombra planea de nuevo por las instalaciones del Polígono de la Carretera Amarilla. Es cierto que no es un problema generado en absoluto por Juan Espadas y que dos alcaldes anteriores se han lavado las manos de forma descarada al respecto. Pero de la manera de gestionar este asunto va a depender en buena medida que el clima laboral que actualmente reina en la empresa salte por los aires o no. El alcalde y los grupos políticos que avalaron su investidura son quienes tienen ahora la última palabra. O bien recurrir a Jorge Fernández Díaz para que lo solucione mediante una de sus reuniones transparentes.

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